Hoy he vuelto para despedirme porque me voy, porque no puedo seguir escribiendo, porque los muertos no pueden hacerlo. Desde hoy me transformo en uno más de ese ejército de zombis que pululan en esos luminosos vagones subterráneos mirando la nada y buscando respuestas en el suelo entre estaciones. Emborrachándome con el veneno de los recuerdos.
No me pregunten porqué no creo en Dios ni que pasó conmigo o con el niño que solía alimentar porque no está. Se fue, lejos, donde nadie lo puede encontrar jamás.
Si me preguntan a mi solo puedo decirles que no se saca nada con ser bueno y que no se siente nada con que te den las gracias con un adiós cuando los malos viven gozando de la impunidad. Si eres bueno, honesto y recto solo consigues ser violado por los monstruos que acechan en la oscuridad, sedientos de corderos como tú.
No pierdan su tiempo buscando el bálsamo indicado que suavice el camino en mi garganta de las rocas de mi desayuno, ni maldigan los disparos en mi pecho, ni el gatillo culpable, ni al ángel que aparece tras el humo del cañón. No tiene caso.
Mi corazón me llevó a donde estoy por eso no pienso escucharlo más, voy a teñirlo de alquitrán y ahogarlo entre sustancias que lo embriaguen para siempre. Voy a mandarlo al manicomio, al cementerio.
Al final, la moraleja es tan amarga que ni siquiera la puedo pronunciar.
No me pregunten porqué no creo en Dios ni que pasó conmigo o con el niño que solía alimentar porque no está. Se fue, lejos, donde nadie lo puede encontrar jamás.
Si me preguntan a mi solo puedo decirles que no se saca nada con ser bueno y que no se siente nada con que te den las gracias con un adiós cuando los malos viven gozando de la impunidad. Si eres bueno, honesto y recto solo consigues ser violado por los monstruos que acechan en la oscuridad, sedientos de corderos como tú.
No pierdan su tiempo buscando el bálsamo indicado que suavice el camino en mi garganta de las rocas de mi desayuno, ni maldigan los disparos en mi pecho, ni el gatillo culpable, ni al ángel que aparece tras el humo del cañón. No tiene caso.
Mi corazón me llevó a donde estoy por eso no pienso escucharlo más, voy a teñirlo de alquitrán y ahogarlo entre sustancias que lo embriaguen para siempre. Voy a mandarlo al manicomio, al cementerio.
Al final, la moraleja es tan amarga que ni siquiera la puedo pronunciar.
1 comentario:
yo se dónde está
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