Una voz me susurraba al oído en un sueño. No deberías dejar de hacerlo, me dijo. Esa voz me traía la paz que había perdido, que no sabía donde estaba, que no recordaba donde la había dejado o quien se la había robado. Me dejaba mirar las estrellas fugaces y contarlas cada noche. No fue un sueño muy largo pero tuvo todo lo que requiere para calificar como tal. Había héroes y villanos, doncellas en apuros, noches en que todo era perfecto y si el día no se daba cuenta la felicidad podía no detenerse.
Era feliz aunque sabía que era un sueño y no me importa que me digan que debo lidiar con la realidad si cuando vivo y duermo soñando sonrío mas a menudo, no gasto el dinero en litros de veneno barato y no dejo de mirar a la cara. Cuando despierto todo es distinto.
Ahora estoy despierto y trato de seguir soñando pero no puedo, no puedo volver al punto exacto en donde desperté, no puedo encontrar el ángel que me había sumido en la fantasía maravillosa de sentir el ritmo de mis latidos y acelerarlo cuando doblaba esa esquina.
miércoles, 5 de noviembre de 2008
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