Una reflexión obligada, un punto fijo que atrae la mirada sin que podamos apartarla al paisaje que cruzamos. Nos hipnotiza, nos seduce y nos distrae.
Un día me detuve y abrí los ojos para encontrarme con la sorpresa de no saber nada, con la angustia bajando por mi garganta y las preguntas goteando en mi sien. Me perdí con los kilometros y aunque tuve hambre nunca me dio sed. Extraño la vereda y el desinteres tan propio del silencio. Extraño estar mas alto y azotandome las vertebras.
Que bueno que no hay público en la sala porque odio la cursilería del compromiso, de la mentira, de la familia y de la amistad porque todos sabemos que si la tierra llegase a temblar gritaremos ¡Salvese quien pueda!
domingo, 26 de julio de 2009
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