El Club de la Tragedia

Entre tanta amargura, alcohol, drogas y olvido absoluto con vuelta de pagina incluida (no de mi parte obviamente) hubo uno que otro momento alegre compartido contigo, a veces era alegría forzada que brotaba como respuesta a nuestro negativismo amargo y extremo. Te odio profundamente por salvarme esa semana de mis veintisiete, por tener vasos que chocar ese viernes y muchos otros, por las dos cucharadas de café y las dos de azúcar.
Ahora apilas las cajas en una camioneta pero en realidad no te vas tan lejos, que lastima que los recreos ahora no sean en tu casa. Te voy a extrañar mucho.
Me acuerdo que antes los saludos eran pura educación, a veces de una vereda a otra solo levantando la cabeza sin pensar siquiera en sacarnos los audífonos pero hacia falta otro escenario para vernos de verdad, para tener tiempo de pelear por contar nuestras historias y quedar cortos aunque las noches fueran con alargue. Una amistad no tiene porque pretender ser tu superhéroe y tu supiste respetar los silencios melancólicos que me invaden y nunca jamás respondiste con consejos o moralejas cuando un salud basta y sobra.
Gracias amiga por tantas fotos que me dejas y más aún por dejarme entrar a tu casa con mi nube negra sin que te importara, total siempre terminábamos riéndonos de todas las tragedias.