Sin Título

El día despertó como suelo sentirlo siempre por la mañana dentro de mi, sólo que hoy las nubes y la llovizna son tangibles. Que alivio poder ahogar mi desesperación con la música en ayuna, hundir mis dedos en el piano y apretar las cuerdas hasta ver sangrar mis yemas es una forma de teletransportarme a su lado. Los últimos días han sido claustrofóbicos, tengo montañas de tazones sucios a rabiar por mis insomnes cafés, ceniceros llenos de hediondas colillas y el suelo tapizado de otoñales hojas de mis cuadernos llenas de letras autocensuradas y melodías tentativamente reveladoras de mis sentimientos. Buscar trabajo es cansador y frutrante a veces, mis zapatillas están gastadas de rechazos y respuestas políticamente correctas, pero estoy con los ojos puestos en la meta y esa clase de situaciones aún no logra debilitarme.
Estoy un poco cansado de las cosas, de las casas y las calles. De las conversaciones loopeadas y las caras familiares y aburridas de no reconocer que están aburridos. No estoy peleado con el alcohol, simplemente ya no logra apagar la pena que siento por estar tan al sur y en medio del fango.
Pasar lista es menos trabajo ahora, hay menos gente en la sala y algunos se ausentan algunos días e incluso semanas pero esos son de los mejores alumnos.
Ya me olvidé como se hace para dormir y descansar y no sé hacer otra cosa mas que dejar pasar los días y trabajar mucho con el papel, doblarlo de la forma exacta y terminar mi barco y esperar la brisa correcta para zarpar.