domingo, 9 de marzo de 2008

Deje correr la cinta hasta el final.


Era yo en un vagón del metro acompañado solo por mi reflejo en el ventanal, solo en un asiento del andén dominguero. Luego del transbordo el cuchicheo incesante de la gente y los motores me daban migraña, se podría decir que no toleraba nada. Bajé apresurado de la pisadera y subí sin ganas los tres pisos de todos los días. Giré la llave y otra vez el eco me recibió indiferente y seco. Tan frío como si viniera conmigo todo el camino.

"Solo basta con sonreír" dicen algunos, "organizate mejor, dejate de leseras" me dicen algunos "ya se te va a pasar, estás poniéndole color al asunto" rematan certeros. Si tienen algo de razón o no la verdad no me interesa, sus palabras pasan casi tan desapercibidas como la parte de los viejos edificios que esta sobre las luminarias de la calle. Esas viejas paredes que nadie sabe que existen hasta que se desmoronan sobre sus cabezas.

Quiero mi reloj de vuelta para cubrir mi muñeca, quiero tiempo para quedarme en la cama mirando el techo y oyendo el ruido blanco de los cassettes. Fin del lado A.

Ahora la rutina de siempre, la cerveza que se destapa y el cuaderno que se abre como una puta a la que le tatúo todo mi dolor. Le canto canciones a los fantasmas que escuchan en las sombras y cuando terminan solo esta el eco y de nuevo mi respiración ruidosa y el pecho que sube y baja.

Media cerveza y los cigarros aparecen para consumirse en mi mano mientras miro el hospitalario blanco de mis paredes. Pienso en que quiero una pared roja.

Arriba el puente y una sola figura, la mía. Abajo desfilan zumbidos hacia el norte y hacia el sur, de vez en cuando un vagón se apresura sigiloso. Yo les tiro cenizas en la cabeza y muevo la boca cuando empiezo a mover los pies. No estoy loco señora, lo que pasa es que la única persona que puede ayudarme...soy yo. Fin del lado B.

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