Mallrats

¿Cuántos esquimales vimos esa tarde? Realmente perdí la cuenta cuando hice la primera pregunta. No hay respuestas incorrectas ni tiempo exacto. Si solo tuviera la cabeza limpia, tener la claridad suficiente para no enredar mis palabras alrededor de mi garganta, no tomar desvíos, no apartar mis ojos del camino. No pienso esquivar al perro esta vez.
Debería cerrar la boca en vez de hablar sin tener claro a donde quiero llegar. Te lo dije, me muerdo la cola constantemente pero que eso no le quite peso a mis palabras, a mis ideas ni a mis consejos. Errar es humano, errar es digno del primer piso pero estábamos en el segundo.
No era un interrogatorio ni un batallón de fusilamiento, una cámara quizás desconectada apuntando a dos actores a la vez.
¡Corten! Toma 2. Ahora sin miedo, haz un guiño con tu ojo y luego vamos por un helado, recomiéndame castañas. ¡No! ¡Corten! Toma 3.
Dime en lo que estás pensando y vamos a hablar de eso porque uno siempre está pensando en algo, jamás tienes la mente en blanco. Sacúdete el miedo, me río contigo. Ahora detente y gira sobre tus talones para verlos de frente, respira y entra al ascensor con esas gafas puestas, luego pregúntale al vendedor si puede atenderte.
Hablamos de baile entretenido y de baile de verdad, de que amarse es necesario e hicimos dos veces la fila para el cine pero no vimos nada porque hicimos nuestro propio montaje. No contamos muchas historias, no tomamos té con galletas esto fue una masacre de preguntas y no todas tuvieron respuesta. No vayas a creer que solo tú tienes los bolsillos llenos de interrogaciones.
El helado se acabó y teníamos que pisar la tierra en algún momento, el paraguas no se abrió porque la lluvia debía despertarnos pero con goteras de las marquesinas. En resumen, nada mal para ser segunda vez… ¿no?